Por Ruperto Concha
En un dramático discurso sobre la guerra de Ucrania, la presidente de la Unión Europea, doña Ursula Von der Leyden, señaló que en los 9 meses de la invasión rusa habían muerto ya 100 mil soldados ucranianos y alrededor de 20 mil civiles, y que Rusia tendría que pagar por ello.
Su discurso fue traducido a todos los idiomas que hablan los europeos y de inmediato lo difundieron por Twitter y quedó también en el sitio web de la Comisión Europea… pero pocas horas después lo reemplazaron por una nueva versión, más cortita, en que no se decía nada sobre los muertos ucranianos.
Pronto se supo que el jefe del gobierno de Ucrania Wolodímir Zelenski, se había enfurecido y exigía que la Unión Europea desmintiera las cifras mencionadas y que la presidenta Von der Leyden pidiera disculpas por haber dado cifras de muertos que son secreto de estado y que únicamente él está autorizado para difundir.
La presidenta Von der Leyden se apresuró a sacar de su Twitter la mención al número de muertos. Pero se negó a desmentirlo. Tampoco aceptó pedir disculpas, pero sí aceptó agregar un añadido grabado por el consejero presidencial ucraniano, don Mijailo Podoryak, afirmando que en los 9 meses de guerra sólo han muerto entre 10 mil y 13 mil soldados ucranianos.
Oiga… ¿tan mentirosa es la presidenta de la Unión Europea?… ¿O será Wolodímir Zelenski el mentiroso?
Como fuere, el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, declaró ante la prensa que, a su juicio, los cien mil muertos que dijo la Von der Leyden son una cifra bastante creíble, aunque esos números no son más que estimaciones que se sacan sobre la información de los enfrentamientos. Y agregó que es posible que los rusos hayan tenido también fuertes bajas.
Pero, por su parte, la revista British Express, de Londres, publicó el 2 de diciembre una dramática entrevista, personal y no autorizada, al comandante ucraniano Petro Kuzyk, jefe del batallón Svóboda, que enfrenta a las fuerzas rusas en una zona del frente oriental.
La descripción del comandante Kuzyk es patética. Señala que el fuego de los rusos es tan intenso que sus hombres no pueden asomarse fuera de las trincheras, las que, a su vez, ya están llenas de cadáveres y de agonizantes. Los periodistas ingleses señalan que hace mucho frío y que caen fuertes chaparrones de lluvia que inundan las trincheras.
Pero en la entrevista el comandante Petro Kuzyk enfatiza que, aun sin ninguna esperanza, no se rendirán ni abandonarán sus posiciones.
«Otros quizás van a rendirse, pero nosotros no… ¡ustedes, periodistas, hagan que nuestros compatriotas lo sepan!».
Como bien lo dijo el Papa Francisco, en esta Guerra de Ucrania no están combatiendo los buenos contra los malos. Hay buenos y hay malos en ambos bandos. Y el Papa agregó: «¿Por qué están muriendo y matando?… Ninguna guerra es simplemente un antojo. Todas las guerras responden a complejos intereses internacionales… son pensadas, calculadas y financiadas por muchos líderes con muchas ambiciones».
Y con amargo sentido del humor comentó cómo la prensa occidental está presentando la guerra de Ucrania como si fuera un cuento… la Caperucita Roja sería Wolodimir Zelenski, y el Lobo Malo sería el presidente de Rusia Vladímir Putin.
Y, claro, los pastorcitos salvadores serían Estados Unidos y sus socios de la OTAN.
Pero los mismos oligarcas del gobierno de Ucrania, incluyendo al ex presidente Petro Poroshenko, admitieron que después del golpe de 2014 que derrocó al Presidente Víktor Yanukóvich, los sucesivos líderes se abocaron directamente a preparar una guerra contra Rusia.
De hecho, Poroshenko destacó que en 2014 había firmado el acuerdo de Minsk de respetar la autonomía de las provincias orientales que habían sido parte de Rusia desde el siglo 18 hasta 1954, cuando la Unión Soviética las regaló a Ucrania durante el gobierno del líder Nikita Khrushev… ¡quien era ucraniano!
Según la propia confesión de Poroschenko, Ucrania jamás pensó cumplir el acuerdo de Minsk y lo suscribió únicamente para ganar tiempo para reforzar sus fuerzas armadas, con apoyo de Estados Unidos, para enfrentar militarmente a Rusia.
De hecho, durante los 8 años entre la firma del Acuerdo de Minsk y la intervención militar rusa, Ucrania aumentó sus fuerzas armadas a 850 mil hombres mientras la dotación militar de Rusia en todas sus fronteras occidentales sólo llegaba a 350 mil.
Más aún, en esos 8 años los ataques militares ucranianos contra las provincias orientales llevaron a la muerte de algo más de 10 mil ruso-ucranianos, en su mayor parte civiles.
Estaba claro a qué se había referido del Papa Francisco al decir que la guerra de Ucrania era mucho más que lo que la prensa occidental calificaba de «sueño imperial del presidente Wladímir Putin».
En realidad, en términos de estrategia política, el presidente Putin aparece como lamentablemente ingenuo en su relación con Europa y Estados Unidos. Es decir, contra la agresividad de la OTAN.
Tras la desintegración de la Unión Soviética, al inicio de los años 90 del siglo pasado, la OTAN inició una agresiva estrategia de dominio militarizado sobre todos los regímenes que se mostraban independientes o indóciles al liderazgo de Washington sobre todo el planeta.
Durante el gobierno del demócrata Bill Clinton, la OTAN lanzó una guerra brutal contra Yugoslavia, supuestamente en defensa de las minorías regionales que deseaban independizarse.
Violando la Carta de las Naciones Unidas, la OTAN lanzó feroces bombardeos sobre las principales ciudades, especialmente sobre Croacia y Serbia, utilizando incluso bombas de uranio empobrecido, altamente demoledor y tóxico.
Finalmente, bajo la figura de proteger a la población de inmigrantes albaneses que habían sido acogidos en la provincia de Kosovo, al sur de Serbia, la OTAN ocupó militarmente aquella provincia y la declaró «república independiente»… y de inmediato instaló allí una base militar con tropas de Estados Unidos.
Rusia, siendo aliada de Serbia, no pudo hacer nada en su defensa. Luego, durante el gobierno de George W. Bush, la OTAN adhirió a las invasiones sobre Afganistán e Irak que siguieron a los atentados terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington. ¡Todo ello ante la muda impotencia de las Naciones Unidas!
Luego, durante el gobierno de Barak Obama, premio Nobel de la Paz, la OTAN intervino, también violando el Derecho Internacional, en todo el norte de África, comenzando con el derrocamiento de Hozni Mubarak, en Egipto, la aniquiladora guerra civil que arruinó a Libia para derrocar al dictador Anwar Khadaffi, las guerras contra Yemen y Siria, en Asia Occidental, y los primeros intentos directamente anti rusos en las llamadas «Revoluciones de colores»:
Primero, la primera intentona anti Rusia en Ucrania, que resultó fallida en 2004. Luego una intentona en la ex República Soviética de Kirguistán, en 2005; y otra en la ex república soviética de Georgia, en 2008, que llevó a la guerra en Osetia del Sur y a la intervención directa de Rusia y el derrumbe de la dictadura anti rusa de Mijail Saakashvili.
Estaba clarísimo que la estrategia de Estados Unidos y la OTAN apuntaba agresivamente contra Rusia, y sin embargo las únicas dos intervenciones militares de Rusia fueron claramente defensivas y victoriosas.
De hecho resulta incomprensible que Rusia no haya intervenido en apoyo al presidente ucraniano Viktor Yanukovich durante la violenta crisis de la Plaza Maidan que terminó en su derrocamiento y desesperada fuga ante los milicianos que tenían orden de matarlo.
Para Rusia, ostensiblemente, la alternativa estratégica sana parecía ser mantenerse en una buena relación comercial con Europa y servir de próspera conexión entre las naciones de la Unión Europea y la próspera República Popular China.
De ahí que el desarrollo de Rusia en el ámbito militar haya sido comparativamente diminuto, como lo demuestran las cifras dadas a conocer por la prestigiosa fundación alemana Statista.Com, consultada por todos los gobiernos del llamado «Mundo Occidental.»
Según el informe de Statista.com, en febrero de 2022, a punto de estallar la guerra de Ucrania, la potencia militar de la OTAN era ya abrumadoramente mayor que la de Rusia. Por ejemplo, en fuerza aérea, la OTAN disponía de 20.723 aviones de guerra, frente a 4.173 dela Fuerza Aérea rusa.
La Marina de la OTAN llega a 2.049 buques de guerra frente a 605 de Rusia. Y en número de efectivos en pie de guerra, la OTAN disponía de más de 3 millones 300 mil hombres en servicio activo, frente a un millón 300 mil del ejército Ruso.
Esas cifras confirmaban plenamente la afirmación de Moscú en el sentido de que sus fuerzas armadas, en términos absolutos, no apuntaban a lanzar guerras de invasión contra ningún país más allá de sus fronteras.
Pero, junto a ello, el desarrollo de su armamento de misiles nucleares hípersónicos es abrumadoramente superior al de Estados Unidos aún sumándosele los arsenales atómicos de Israel y la OTAN.
Los altos mandos de Estados Unidos y la OTAN están perfectamente claros en que, en una guerra nuclear contra Rusia, el resultado sería la aniquilación total de toda Norteamérica y el continente europeo.
Ello, incluso si Rusia ya hubiese sido aniquilada por un ataque nuclear inesperado, ya que el aparato de respuesta es el llamado «La venganza de los muertos», con la activación automática de miles de misiles hípersónicos con bombas atómicas de inimaginable potencia en megatones, desde bases secretas y submarinos. En otros términos, de cualquier modo que se desarrollara esa guerra contra Rusia, el resultado sería… el final de la humanidad entera, y, quizás el final de la vida en el planeta Tierra.
Bueno, está claro por qué todos los países de la OTAN se enfurecieron cuando Ucrania intentó culpar a Rusia de haber disparado un misil sobre territorio polaco, causando la muerte de dos trabajadores agrícolas el martes 15 de noviembre.
Inclusola muy anti-rusa agencia noticiosa Associated Press expulso al reportero estadounidense James Laporta, que había difundido como cierta la acusación ucraniana de que el misil S-300 había sido disparado por las fuerzas rusas.
Finalmente el gobierno de Wolodomir Zelenski tuvo que admitir su mentira y reconocer que en realidad aquel misil había sido disparado por las fuerzas ucranianas en un intento fallido de interceptar un misil ruso.
El horror de la OTAN era que, de producirse un ataque ruso contra un país miembro, la OTAN tendría que entrar en guerra directamente contra Rusia. ¡Y eso sería el fin!
Una estúpida mentira de más se habría convertido en una verdad terrorífica.
La agencia noticiosa Associated Press tuvo que asumir la terrible responsabilidad de que uno de sus reporteros hubiera sido cómplice en ese falseamiento de la verdad.
Pero en esos mismos días el gobierno de Ucrania se había lanzado contra periodistas, incluso estadounidenses y británicos, que estaban dando informaciones que el gobierno de Volodomir Zelenski consideraba «poco convenientes» sobre el curso de la guerra y las acciones de las tropas ucranianas.
Los altos mandos de las tropas en la ciudad de Jersón, recién evacuada por Rusia, retuvieron a un número de reporteros europeos y estadounidenses, de la CNN y de la SkyNews, a quienes les retiraron sus credenciales, impidiéndoles continuar sus reportajes por ser «poco anti rusos».
Pero no sólo Ucrania parecía empeñada en una guerra contra el periodismo objetivo. En toda Europa y en América del Norte surgieron medidas administrativas claramente ilegales para controlar el fluir de noticia y opiniones.
En Estados Unidos, el gobierno de Joseph Biden llegó a organizar una especie de «Ministerio de la Verdad», para controlar todas las noticias respecto de Rusia, Irán, Siria, Yemen, Palestina Corea del Norte y China, además de las noticias sobre Ucrania, en una sola narrativa… la narrativa del cuento de hadas que había mostrado el Papa Francisco.
Pero ese intento de suprimir la libertad de prensa provocó tal indignación que tuvo que echar pie atrás, al menos en apariencia, y pasar a otros procedimientos más disimulados que incluyen el bloqueo de cualquier medio periodístico que parezca pro ruso.
También en Rusia se están aplicando medidas de control policial sobre las publicaciones periodísticas que promueven rechazo a la invasión de Rusia sobre Ucrania. Es decir, en ambos lados, está agrediéndose el ejercicio libre del periodismo responsable y libre.
¿Hasta qué extremo podrá llegar la lucha contra la verdad?… Desde el comienzo mismo de la humanidad, los primeros homínidos primitivos lograron hablar entre sí, comunicarse para tomar las decisiones necesarias. Y fue la capacidad de comunicarse la verdadera y decisiva arma con que nuestros débiles antepasados lograron sobrevivir y hacerse cada vez más poderosos.
En todas las civilizaciones y en todas las religiones los seres humanos supieron que decir la verdad es necesaria para el bien común, y que la mentira es básicamente perversa.
De hecho, la palabra griega «diabolos», con que denominamos al diablo, significa «el mentiroso», el que engaña.
¿Podemos aceptar que se apliquen trucos diabólicos para manipular la opinión pública falseando la realidad?
Hasta la próxima, gente amiga. Cúidense. ¡Hay peligro! Mentir es peligroso. Ninguna defensa real puede ser engendrada por la mentira.
Fuente: https://resumen.cl/articulos/podcast-cronica-de-ruperto-concha-mentira-por-verdad