Estados Unidos padece el síndrome del terrorismo sin haber superado el síndrome de Vietnam por su derrota bélica. Cada síndrome es muy peligroso porque la que se creía potencia unipolar pierde espacio para beneficio del mundo que aborrece o rechaza las potencias hegemónicas. Esas derrotas le conducen al imperio a incrementar sus gastos militares y destinar miles de millones de dólares al año para aumentar las investigaciones en el desarrollo de nuevas y más poderosas armas de destrucción masiva, entre ellas, las armas químico-bacteriológicas.
El imperio tiene un miedo que le corroe y que le ha contagiado a su pueblo hasta carcomerlo en su cotidianidad.
Pero Estados Unidos no agrede a pueblos, naciones y Estados sólo con poderosas bombas -incluidas aquellas denominadas bombas sucias como las de uranio empobrecido, sísmicas o de racimo, lanzadas desde aviones tripulados o drones-, tampoco se contenta sólo con invadir con tanques de guerra, cohetes y misiles teledirigidos desde buques de guerra o submarinos, o con millares de hombres y mujeres armados con sofisticados fusiles o ametralladoras, sino que quiere matar y destruir a más gente al menor precio, según las leyes del mercado.
“A partir del 11 de septiembre de 2001, las fuerzas de Operaciones Especiales de EEUU han ido creciendo de forma inimaginable tanto en efectivos como en presupuesto. Más revelador ha sido, sin embargo, el aumento en los despliegues de operaciones especiales a nivel global. Esa presencia –en estos momentos en casi el 70% de las naciones del mundo- proporciona nuevas pruebas del tamaño y alcance de una guerra secreta que se está librando desde Latinoamérica a las tierras más remotas de Afganistán, desde las misiones de entrenamiento con sus aliados africanos a las operaciones de espionaje lanzadas en el ciberespacio.
Según consta, en los últimos días de la presidencia Bush, las fuerzas de Operaciones Especiales se desplegaron en 60 países por todo el mundo. En 2010, ese número había aumentado a 75, según Karen DeYoung y Greg Jaffe del Washington Post. En 2011, el portavoz del Mando de Operaciones Especiales (SOCOM, por sus siglas en inglés), el coronel Tim Nye le dijo a Tom Dispatch que la cifra total llegaría a 120. En la actualidad, esa cifra es aún más alta.
En 2013, las fuerzas de elite de EEUU se desplegaron en 134 países del planeta, según el comandante Matthew Robert Bockholt, de Asuntos Públicos del SOCOM. Este aumento del 123% durante los años de Obama demuestra cómo, además de las guerras convencionales y de la campaña con aviones no tripulados de la CIA, la diplomacia pública y el extenso espionaje electrónico, EEUU se han involucrado en otra importante y creciente forma de proyección de poder más allá de sus fronteras. En gran medida llevada a cabo en la sombra por las tropas de élite de EEUU, la inmensa mayoría de estas misiones tienen lugar lejos de miradas indiscretas, del escrutinio de los medios o de cualquier tipo de supervisión externa, aumentando las posibilidades de represalias imprevistas y consecuencias catastróficas.
Establecido formalmente en 1987, el Mando de Operaciones Especiales ha crecido velozmente en la etapa posterior al 11/S. Se ha informado que el SOCOM va camino de alcanzar los 72.000 efectivos en 2014, de 33.000 que eran en 2001. La financiación para el mundo ha saltado también de forma exponencial a medida que el presupuesto de referencia para 2001, 2.300 millones de dólares, alcanzó los 6.900 millones en 2013 (10.400 millones de dólares, si se añade la financiación suplementaria). Los despliegues de efectivos en el extranjero se han disparado asimismo, de 4.900 hombres por año en 2001 a 11.500 en 2013”, informaba Nick Turse.
Una parte de todos esos miles de millones de dólares que gasta Estados Unidos en sus guerras contra el mundo, está destinada al desarrollo de armas bacteriológicas que son experimentadas y probadas en laboratorios secretos ubicados en el Tercer Mundo y, en especial en América Latina, en la región amazónica dadas sus características geográficas, climáticas y de poca densidad poblacional.
Hace poco tiempo, forosdelecuador.com en su página web sostenía que no es ningún secreto que los Centros Virológicos estadounidenses se encuentra bajo el control del Pentágono (Ministerio de la Guerra). Formalmente decía, están investigando las toxinas en beneficio de la humanidad y solamente para la protección contra epidemias, pero cuando se necesita una verdadera ayuda, no se consiguen los antibióticos, ni ninguna clase de medicamentos que puedan salvar vidas afectadas por desconocidas y misteriosas enfermedades que aparecen en lugares cercanos a los igualmente misteriosos laboratorios colmados de estadounidenses.
Informaba que en el mes de diciembre de 2011, ocho militares brasileros se contagiaron de una enfermedad desconocida; cuatro de ellos perdieron la vida antes de que llegara algún tipo de ayuda y, en agosto del año 2012 otros seis militares presentaban los mismos síntomas.
Naturalmente que estos casos preocuparon al gobierno brasilero, pero jamás recibió -ni por elemental cortesía- ninguna información y menos los resultados de los análisis e investigaciones de esos casos que debía presentar el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CCPEEU, por sus siglas en inglés), a pesar de que se le entregaron todas las cepas necesarias para su estudio.
La web de foros afirma que el programa estadounidense de creación de armas biológicas hoy lleva el pomposo e inocente nombre de “Protección contra las amenazas biológicas”. ¿Qué se esconde tras ese nombre? ¿Qué entienden los yanquis sobre protección o amenazas biológicas? En el caso de los militares brasileros se puso al descubierto que los medicamentos para esas enfermedades desconocidas no llegaron nunca o llegaron muy tarde, como si quisieran significar que los resultados de las investigaciones biológicas deben servir sólo para grupos selectos, (léase estadounidenses).
Lo cierto es que las investigaciones continúan y se crean nuevos virus o se mutan para volverlos resistentes a todas las vacunas y antibióticos conocidos. Los trabajos de esos centros se mantienen en absoluto secreto, o sólo se conoce lo que ellos quieren que las masas y los gobiernos sepan con la tapadera de “humanitarismo”, para encubrir las violaciones permanentes a las disposiciones constantes en la Convención sobre Armas Biológicas que prohibió el desarrollo de armas químico-bacteriológicas y la realización de experimentos y ensayos en humanos vivos. ¿Acaso Estados Unidos, por ser imperio, tiene patente de corso para eludir el derecho internacional y aparecer ante los ojos del mundo como benefactor de la especie humana o adalid de la lucha contra el bioterrorismo?
Brasil no está solo en este asunto que ocasiona muertes y dolores increíbles a sus militares o habitantes civiles. El Perú es otro país que sufre afectaciones por los procesos de investigación de armas bacteriológicas. Ante la gravedad de la situación, el entonces Ministro Consejero Vitaliano Gallardo Valencia, Director de la Dirección de Seguridad y Defensa del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, exigía se le entregara información sobre elementos tóxicos desconocidos. El 11 de junio de 2011, recibió un Oficio firmado por el Capitán de Navío, MC. USM John Sanders, Comandante del NAMRU-6 en el que le decía: “Quisiéramos informarle que según “Public Health Security and bioterrorism preparendness and response act of 2002” los resultados de las investigaciones de las toxinas no están destinados para su divulgación o entrega a un agente extranjero, pues estos representan una amenaza potencial para la seguridad nacional.”
América Latina es territorio libre de armas nucleares y de armas de destrucción masiva. Parecería que no hay lugar para el desarrollo de experimentos que vayan a elevar las posibilidades de destrucción de la humanidad, mediante el empleo de las terroríficas armas químicas y bacteriológicas. El imperio, desde varios años atrás, y por encima de la Convención para la Prohibición de Armas Químicas y Bacteriológicas, habría estableció en la Amazonía modernos laboratorios en los que realizan secretas investigaciones con el objetivo de enriquecer los estudios biológicos con fines militares. Para ese objetivo, no informan a los gobiernos sobre los verdaderos fines de esos centros o institutos de investigaciones médicas y biológicas, pues están hábilmente disfrazados bajo la tapadera de centros de investigación científica con elevados fines humanitarios.
Para encubrir las verdades finalidades de esos laboratorios se han firmado convenios entre el Centro o Instituto de Investigaciones de Enfermedades Tropicales -NMRCD del Centro Médico Naval –CMST- y Centros de Estudios Superiores de varios países de América Latina en busca de respaldos académico nacionales. Por ejemplo en el Perú se han firmado convenios con la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. El NMRCD o Medical Research Center que funciona en Lima está dirigido por un Oficial de la “Navy” con status diplomático asignado a la Embajada de Estados Unidos en la capital peruana como tantos otros jefes, directores o agentes de la CIA, de la Agencia de Seguridad Nacional o de algún otro organismo de espionaje.
El denominado Instituto de Investigaciones de Enfermedades Tropicales comenzó a funcionar por primera vez en 1983 mediante acuerdos en los que intervinieron la Marina de Estados Unidos, el Departamento de Estado y el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. El objetivo era establecer programas de cooperación médica, mediante la investigación y estudio de enfermedades tropicales e infecciosas de interés mutuo. Aparentemente es loable el propósito de “ayudar” a los países del Tercer Mundo para prevenir la propagación de enfermedades infecciosas, en especial las tropicales de elevada rareza. Para ese fin humanitario en apariencia, Estados Unidos ha instalado laboratorios especiales en Indonesia, Tailandia, Kenia, Egipto, Perú y Brasil en nuestra América Latina, inclusive a espaldas de los gobiernos.
Lo grave es que en Perú, en el laboratorio instalado en Iquitos, el Naval Research Center Detachament, NMRCD tiene una prioridad: desarrollar investigaciones médico-militares para convertir a Iquitos en un enclave de elevado valor estratégico en el Hemisferio Occidental.
Y más grave es que el NMRCD realiza experimentos con seres humanos “voluntarios” de la población local de Lima, de Iquitos o de cualquier parte. Los “voluntarios” son convertidos en conejillos de indias por módicas sumas de dinero.. Tampoco importa si los experimentos desatan nuevas epidemias no conocidas por los peruanos, ni por los latinoamericanos.
El NMRCD en el Perú está constituido por científicos de vasta experiencia en investigaciones de la guerra bacteriológica. Así, por ejemplo, el Oficial a cargo tiene rango 0-5 en la Marina de Guerra, con el título de médico especializado en epidemiología. El Oficial del Ejército tiene rango 0-5 y es un médico pediatra hematologista, El Director del Comité Científico pertenece a la Marina de Guerra con el código GS-15, con alta especialización en virología, el Jefe de Parasitología tiene el grado 0-5 del Ejército y es médico con especialización en enfermedades infecciosas. El Jefe de Bacteriología, es médico de la Marina con grado 0-3 con especialización en Microbiología y postgrado PhD. Otro científico de la Marina tiene la asignación 0-4 con especialidad en Epidemiología. Un militar Navy es grado 0-3 y es un científico entomólogo y también trabaja en ese Centro un científico de la Marina con grado 0-4 y con postgrado PhD y especializado en Microbiología y se completa el equipo con un miembro del Servicio Exterior que puede ser un agente de la CIA. Además el NMRCD incluye a 19 individuos que son el personal de apoyo administrativo, 19 técnicos en investigación en tanto que dos técnicos de laboratorio son asignados permanentemente a las instalaciones de la MNRCD en Iquitos. Para guardar las apariencias, el MIDRP cuenta con un médico de la Armada peruana y tres técnicos enlistados. El Embajador de Estados Unidos en Lima es el que supervisa el trabajo de ese equipo de investigadores. El modelo peruano se trasladaría a otros países, incluido el Ecuador.
Los laboratorios están equipados con máquinas de últimas tecnología para realizar todo tipo de investigaciones que pueden ser utilizadas para la guerra bacteriológica. Una de las ramas de mayor atención del equipo, es la Microbiología con modernos enfoques basados en la teoría molecular.
Las actividades del NMRCD cuentan con varios millones de dólares al año que provienen de diferentes fuentes: El Programa de Estudio de Enfermedades Infecciosas de los militares –MIDRP-, el Comando Sur, el GEIS que aporta con un millón de dólares anuales y otras agencias estadounidenses.
El NMRCD ha extendido sus estudios para ejecutar “planes de cooperación” con los Ministerios de Salud y de Defensa no sólo del Perú, sino también con Bolivia y Ecuador. Los convenios, sostienen los especialistas, se guardan con absoluto secreto.
Las investigaciones sobre los patrones de resistencia a los antibióticos entre los patógenos bacterianos se efectúan en los laboratorios de una extensión mayor a los 3000 m2, Cada laboratorio debe contar con áreas inmensas y en otros laboratorios de menor magnitud ubicados en varios lugares de los Andes y de la Costa. En todas partes contratan a “voluntarios” que inclusive sirven para experimentos in vitro para generar perfiles de resistencia y sensibilidad para virus y bacterias de todo tipo, incluyendo nuevos que son mutantes producidos en laboratorio Si ocurriese algún accidente, las poblaciones de Perú, Ecuador, Bolivia y de América Latina estarían sometidas a graves consecuencias porque virus y bacterias no conocen de fronteras. Lo más grave es que la cooperación estadounidense se plantea y ejecuta sobre proyectos científicos compartidos con universidades, en especial, particulares o privadas.
Los laboratorios del Pentágono instalados han sido calificados de alta seguridad. Desde el año 2001 esos centros de investigación tienen el nivel de bioseguridad BSL-2 que en determinado momento puede subir al nivel BSL-3, lo que significa que esos laboratorios son de elevada y misteriosa peligrosidad.
Dados los objetivos estratégicos, militares y científicos el NMRCD ha establecido contactos para realizar trabajos e investigaciones con el Departamento Médico de la Universidad de Texas, lo que permite identificar en laboratorio a nuevos patógenos que requieren niveles de alta bioseguridad. Cabe destacar que la tarea principal del Departamento indicado es la clasificación de patógenos típicos de la Región Amazónica incluyendo los de mayor peligro que, a su vez, determinan la necesidad de realizar nuevos experimentos y estudios para encontrar antídotos eficaces que permitan combatir a los biopatógenos que los soldados yanquis pueden contraer en futuras incursiones en América Latina. No hay que olvidar que uno de los objetivos de Estados Unidos es la apropiación de la Cuenca del Amazonas que es la reserva más importante de la tierra en biodiversidad, oxígeno y agua.
El NMRCD consolida sus actividades al contar con la colaboración de otras agencias del imperio como la Operación Nuevos Horizontes y Cuerpos de Paz y en los mismos Estados Unidos al extender sus redes de cooperación con el Centro Occidental de Medicina Profiláctica, con el Centro de Control de Enfermedades de Guatemala y la Organización Panamericana de Salud y con varios ministerios de salud de algunos países de América Latina.
Para monitorear enfermedades tropicales e infecciosas propagadas entre militares, Estados Unidos creó un programa denominado Alerta Disamar que en principio sólo debía desarrollarse en Perú, pero dada la magnitud de las investigaciones sobre virus y bacterias la ALERTA DISAMAR se ha extendido a Colombia, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Ecuador.
El NMRCD mantiene relaciones de trabajo y de intercambio de información con su similar NAMRU-2 de Indonesia y aseguran que participan en la modernización del sistema de prevención y reacción temprana a brotes epidemiológicos.
De todas formas, las investigaciones y experimentos para incrementar el potencial de la guerra químico-bacteriológica son tan peligrosas para nuestros pueblos que el NMRCD en ocasiones, ha tenido que revelar algunos casos de graves enfermedades. Así debe ser, puesto que Estados Unidos y su Marina de Guerra a través del Centro de Estudios Médicos tuvieron que informar que recogieron especímenes de carbunco, peste bubónica, brucelosis, encefalomielitis, y otros, para someterlos a estudios en Estados Unidos. ¿Estados Unidos se iban a arriesgar a llevar desde las selvas amazónicas virus y bacterias originales y mutantes o modificados, sólo para satisfacer el placer de estudiarlos?
El especialista Héctor Carmona Casado sostiene que el bioterrorismo es una palabra de ferviente actualidad, tanto en medios de comunicación, como en nuestro lenguaje cotidiano, debido a sucesos recientes. Pero no es nueva. Se origina en EEUU que, desde hace años, denomina así a los posibles ataques terroristas utilizando material biológico. A partir de esa hipótesis, desarrolló mecanismos de control de ingreso, egreso y manipulación de microorganismos y sus productos que puedan ser utilizados potencialmente para esos fines.
Pero la utilización de esa palabra (bioterrorismo) deforma los hechos y entraña definiciones políticas útiles a ese país.
En realidad debiera hablarse de armas biológicas, que es la utilización con fines bélicos de microorganismos (bacterias, virus, hongos, parásitos, riquettsias, etc.) y sus productos. Armas que pueden ser usadas en guerras rápidas o de desgaste, atacando a seres humanos o a vegetales y animales (para destruir fuentes de abastecimiento), o simplemente para crear terror en la población civil o militar, afectando a la capacidad de combate y/o productiva del adversario y quebrando su voluntad de lucha. Los microorganismos utilizados pueden usarse tal cual se encuentran en la naturaleza (se habla entonces de procesos de baja tecnología, rústica o cruda) o modificados por métodos biotecnológicos hasta obtener gérmenes de características genéticas nuevas (alta tecnología).
Las armas biológicas son más “baratas”: se dice porque afectar un kilómetro cuadrado sale dos mil dólares con armas convencionales, ochocientos con armas nucleares, seiscientos con armas químicas y un dólar con armas biológicas. Su facilidad de producción desde el punto de vista económico y tecnológico (en las llamadas rústicas), ha hecho que se las considere las bombas atómicas del tercer mundo. Pero, como veremos, esto es engañoso, porque los más importantes centros de investigación y producción los tienen las grandes potencias mundiales.
Más adelante añade que Según el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, Atlanta) los gérmenes susceptibles de ser utilizados como armas, podrían clasificarse en tres categorías en función de su capacidad de transmisión, y su posible mortalidad. El primer grupo (categoría A) serían los agentes más peligrosos, entre los que se encuentra el ya popular ántrax:
-CATEGORÍA A: ántrax o carbunco (Bacillus anthracis); toxina del botulismo(Clostridium botulinum); peste (Yersinia pestis); viruela (Variola major); tularemia (Francisella tularensis)
-CATEGORÍA B: fiebre Q (Coxiella burnetti); brucelosis(diversas especies de Brucella); muermo (Burkholderia mallei)
-CATEGORÍA C: fiebre amarilla; tuberculosis multirresistentes; enfermedades víricas transmitidas por garrapatas (fiebres hemorrágicas y encefalitis)
Por otro lado, la OTAN estudió los agentes biológicos con capacidad para ser usados como armas biológicas, seleccionando a un total de 31. Entre ellos también destacan el ántrax y la viruela.
ACTUAL ARSENAL DE ARMAS BIOLÓGICAS
El ántrax: Se trata de la bacteria “Bacillus anthracis”, que ha sido usada por décadas como arma biológica. Ahora por ingeniería genética, esta bacteria se puede modificar, de modo que sea resistente a los antibióticos. Cien kilos del bacilo esparcidos en una ciudad, durante una noche ventosa, podrían producir 3 millones de muertes.
La plaga: Se trata de la bacteria “Yersinia pestis”, culpable de la peste bubónica. Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón distribuyó en China (Manchuria, en la ciudad de Quzhou), moscas infectadas con esta bacteria. Fallecieron más de 50 mil personas. Después de 60 años, aún se encuentran animales, como ratas, perros y gatos, con anticuerpos contra la peste bubónica, lo que indica que la bacteria aun está presente en esa área. (Efecto de la guerra biológica en China).
Fiebre Q: Es transmitida por la “Coxiella burnetti rickettsiae”, bacteria altamente infecciosa y resistente a la temperatura. Generalmente no produce la muerte, pero sí produce incapacidad.
Tuleremia: Producida por la bacteria “Francisella tularensis”, que es altamente tóxica. En un escenario teórico, si se distribuyeran 50 kilos de la bacteria en una ciudad, en dos kilómetros a la redonda, produciría la muerte en una de cada cinco personas infestadas.
Viruela: El virus causante fue erradicado en el año 1980, pero se mantienen muestras de laboratorios, donde están celosamente guardados. Pero bien puede ser que algunos virus hayan quedado sin declararse, en algún otro laboratorio. En manos de terroristas produciría estragos por la rápida expansión del virus. De producirse un brote de viruela, no se dispone de vacunas suficientes, por lo que no se podría detener la epidemia, que volvería a afectar a todo el planeta. Volver a producir la vacuna en cantidad suficiente, demoraría años. En el pasado, antes de la vacuna, la mortalidad era de un 50%.
Nuevas posibilidades
Aflotoxina: En un informe del Servicio de Inteligencia de los Estados Unidos, se sugiere que Irak, en el pasado, habría tratado de utilizar esta toxina como un arma biológica. Estados Unidos nunca probó que Irak mantuviera armas químico-bacteriológicas; sin embargo lo invadió y ocasionó más de un millón de muertos. Se trata de una proteína que produce ciertos tipos de hongos, que se desarrollan con la humedad en el maní almacenado, como también en otros granos. Es muy tóxica y produce daño hepático y cáncer.
Híbrido de virus de influenza y virus ebola: Se trata de una cepa de virus de influenza, al que se agregan genes que codifican las proteínas hemorrágicas del virus Ebola. Sería un arma muy temible, por la facilidad que se esparce el virus de la gripe y por la gravedad de las hemorragias propias del virus ébola.
Armas para asesinar.
Toxina botulínica: Se trata de la sustancia más venenosa que se conozca. Un gramo de la toxina producida por la bacteria “Clostridium botulinum, sería suficiente (si se inhala) para matar un millón de personas.
Ricin: La toxina se extrae del grano castor. La toxina es neurotóxica y mata en pocos segundos.
Nuevas posibilidades
Saxitoxina: Se trata de un alcaloide neurotóxico, producido por un diflagelado que contamina los mariscos bibalbos. Produce parálisis y muerte.
RNA: Se trata de trozos de RNA preparados para bloquear el RNA mensajero, impidiendo así la producción de una proteína indispensable. Mediante esta técnica se puede silenciar cualquier gene.
Sustancia P: Se trata de una preparación en aerosol de este neurotransmisor (Sustancia P), que es mucho más tóxico que el gas “sarin”.
Fuente: www.prismasiglo21.com
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