Por Paul Hammer

Camino entre los escombros de una ciudad desconocida, totalmente destruida…

Mis pasos vacilantes me llevan entre cuerpos destrozados de niños y niñas desconocidas, entre brazos y piernas arrancadas de cuerpos de hombres y mujeres desconocidas…

Me invade el silencio y la amargura sepulcral de la muerte, que por aquí ha pasado sembrando terror y miseria…

Me invade la rabia, la impotencia por aquellas muertes de niños y niñas, de ancianos, de mujeres que esperaron pacientemente la ayuda que nunca llego…

Siento dolor en mi dolor, siento el grito desesperanzado de miles de voces que buscan respuestas ante tantas atrocidades…

Entre nubarrones grises de un cielo extrañamente iluminado, vomitando fuego y muerte sobre los habitantes de esta ciudad desconocida, entre el polvo y el humo de esta tierra arrasada…

Veo los rostros de niños y niñas que no alcanzaron a dar sus primeros pasos, clamando al cielo por sus tempranas muertes, tratando inútilmente de aferrarse a los pechos destrozados de sus madres, de los cuales solo brota sangre…

Sangre que como lluvia de sangre no amaina y se convierte en tormenta de sangre, destruyéndolo todo, entre alaridos de dolor, de espanto y gritos de alegría de bestias que emergen desde lo más profundo de los avernos, enarbolando banderas con estrellas de 6 puntas, empapadas en odios genocidas, en muerte y crucifixión.

Canticos de victorias pírricas en orgias de sangre los reúnen, adorando a un Mesías proclamador de fuego destructor, invasores de una tierra que no les pertenece y que nunca les pertenecerá…

Gaza antigua, Gaza prospera, Gaza en ruinas, Gaza asediada y encarcelada, destruida por cruzados que al igual que los de hoy, usaron a dioses como pretexto por sus crímenes…

Gaza renaciendo una y mil veces con hijos e hijas de diferentes colores, con diferentes aromas que llenan tus calles estrechas tan cercanas al mar, que hoy también te es prohibido…

Gaza, ciudad lejana pero tan cercana, tu nombre emana de gargantas en lenguas distintas, en clamores de amor y dolor, de rabia y castigo contra los que hoy pretenden despojarte de úteros de vida y esperanza …

El llanto de los niños y niñas de esta ciudad, que ha dejado de ser desconocida, y que hoy su nombre resuena fuertemente en mis oídos, como bombas que caen inmisericordemente, se confunden con mi llanto en cascadas de lágrimas y sufrimientos…

Acompañó en mis pesadillas sus noches y sus temores,100 días de hambre,100 días de sed,100 días de terror, 100 días de Gaza en llamas,100 días de destrucción ante la mirada impávida de un mundo que olvido Guernica, que olvido Dresden, que olvido Varsovia…

Los gritos de los masacrados en Gaza se tornan en los gritos de mis padres, de mis hermanos, de mis hijos…

Se entremezclan con mis propios gritos, entre el estruendo de la metralla y el gentío amnésico de mi propia ciudad, aprisionada por el consumismo y la hipocresía medieval…

Niña y niño palestino, muerte lenta, muerta rápida, dolorosa, fugaz, tu Kufiya te acoge como mortaja tibia, llena de esperanzas en la tierra que te vio nacer y morir y que hoy te recibe como semilla que, a pesar del horror, definitivamente continuara germinando…


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Fotos: Pablo Ruiz

 

 

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