Por Julio Yao*
Como sacada de un viejo video de la primera década del siglo XX, ha atracado hoy en Panamá una cañonera con los más rancios representantes del Big Stick (speak softly, but carry a big stick) del primer Roosevelt, quien aconsejaba a sus agentes diplomáticos hablar con voz suave (llevar una zanahoria) pero también un garrote grande (un “manduco”, decíamos cuando niños) por si acaso no entendíamos el mensaje. El Destructor se llama “SS O’Brien”.
Aclarémoslo: Panamá no los invitó, sino que se autoinvitaron — sin darnos tiempo para responder — como es tradición y mala costumbre de la Casa Blanca: llegar a comer sin ser convidados. Y estos filibusteros con corbata llegaron en el momento menos oportuno, cuando estamos buscando dónde, cómo, con quiénes y con qué atender a tantos afectados por el COVID19.
¿Quiénes vinieron? Robert O’Brien, asesor de Seguridad Nacional (reemplazo del inolvidable, por lo de bocón, John Bolton), el almirante Craig Faller, comandante del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de EUA; Mauricio Claver-Carone, director del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental (este cubano-americano ya es un “veterano de Panamá”) y Adam Boehler, director general de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de EUA. Cada uno vino con sus respectivas zanahorias y garrotes.
En pocas palabras, Washington envió a la CABALLERÍA, una verdadera selección nacional de big leaguers como no recuerdo que hayan enviado antes a Panamá o a país alguno de Nuestra América, confirmando lo dicho por ellos de que somos “el país con mayor futuro de la región” (¡sic!).
¿Cuáles son sus objetivos declarados? La misma cantaleta de siempre, algunos de los cuales ya estaban contemplados en acuerdos previos de todo tipo, con funcionarios autorizados para suscribirlos y con otros no facultados constitucionalmente para firmar tratados (cancilleres, ministros de Gobierno, Administradores de la Autoridad del Canal de Panamá, Consejo de Seguridad Nacional, Fuerza Pública y hasta directores de Correos).
La Comisión O’Brien viene a enseñarnos a combatir el lavado de dinero, a llevar a juicio a los blanqueadores, a ser buenos pupilos del FBI, a ayudar al sistema bancario nacional y al de EUA, valga la redundancia.
Omitieron enseñarnos a meter presos a los corruptos (solo a los lavadores), a recuperar los bienes y dineros malhabidos y a cobrar a la empresa privada los millones de millones en impuestos que le deben a nuestro pueblo, los cuales ellos se exoneraron cuando fueron gobierno (o sea, siempre).
Paradójicamente, EUA mantiene castigada a Panamá por diversas maneras de coacción, manteniéndonos en la lista gris (o “negra”) de la GAFI o en la Lista Clinton (OFAC): la primera, perteneciente al FMI (de EUA); la segunda, herramienta de la Secretaría del Tesoro (de EUA también), para perseguir, amenazar o expropiar a lavadores de dinero, narcotraficantes y traficantes de armas y también (¡cómo no!) a países insumisos o “enemigos” que, a juicio de Washington, amenazan su seguridad y la estabilidad de su sistema económico; por ejemplo, ¡la RPD de Corea (desde 1953) y, aunque usted no lo crea, Panamá!
Para muestra un botón: EUA incluyó en la Lista Clinton al señor Abdul Waked, empresario panameño de origen libanés en Latinoamérica, propietario del diario La Estrella de Panamá (WISA), a quien llevaron a la ruina (miles de empleos perdidos) por la expropiación de sus bienes en base a una acusación no fundamentada, después de lo cual el gobierno de EUA declaró que en realidad no había fundamento en su acusación.
¿Qué quiere la Comisión O’Brien? Entre sus objetivos declarados, “proteger al sistema bancario panameño del lavado de dinero de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, acusado por Trump de ser el líder del Cartel de los Soles y de participar en una conspiración narcoterrorista”. Acusan al presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro, como narcotraficante y terrorista, ¡sin evidencias ni juicio!.
Es decir, que la Comisión O’Brien, pretextando ayudar a Panamá, interviene en sus asuntos internos y externos: lo primero, porque el sistema bancario o el Centro Financiero Internacional pertenece a Panamá y no recibe órdenes del exterior: lo segundo, porque, al margen de nuestra posición sobre Venezuela, el hecho es que este tema pertenece a la política exterior de Panamá, competencia exclusiva del presidente y su canciller.
Lo más llamativo es que la Comisión O’Brien atraca en Panamá justo en el momento en que el gobierno del presidente Cortizo había decidido invitar a médicos cubanos para ayudarnos a combatir el COVID19 en vista del colapso de nuestro sistema sanitario; cuando Rusia ha ofrecido su vacuna a países latinoamericanos, incluida Panamá, y cuando China, desde el principio de la pandemia, ha venido ofreciendo ayudas importantes a entidades del gobierno y a múltiples organizaciones sociales para la lucha contra el COVID19.
¿Por qué cree el lector que el programa “América Crece”’ que impulsa EUA con varios aliados busca canalizar la inversión privada en obras de infraestructura y pretende atraer la inversión de industrias establecidas en suelo asiático (entiéndase, China) e instalarse en Panamá?
¿Es o no intervención en nuestra política exterior prohibirnos la contratación de médicos cubanos, obligándonos a negar a la vacuna de Rusia e involucrarnos en contra de China?
El señor Robert O’Brien dijo textualmente: “Las acciones opacas y abusivas del Partido Comunista Chino (PCC) representan una variedad de riesgos para los países abiertos y democráticos del hemisferio, incluida Panamá”.
Mister O’Brien: Al capitán del barco que lleva su nombre, le preguntamos: ¿sabe usted que Panamá tiene plenas relaciones diplomáticas con la República Popular China y que ni usted ni ningún representante oficial de Estados Unidos ni de ningún otro país puede ofenderla en nuestro territorio porque es nuestra invitada y porque sus palabras constituyen inaceptable violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961?
¿Sabe usted que el hecho de que haya elecciones en este hemisferio de ninguna manera significa que sus países sean democráticos? ¿Cuál democracia existían en Chile, Brasil y Argentina, donde las dictaduras creadas, financiadas y amamantadas por ustedes, celebraban normalmente elecciones y donde ustedes diseñaron el Plan Cóndor que asesinó a decenas de miles de personas?
¿Cuál democracia se instaló en Panamá tras la invasión de su país al mío el 20 de diciembre de 1989? ¿Sabe usted que, pasando por encima del Tribunal Electoral de Panamá — que había legalmente anulado las elecciones de 1989 porque, entre otras razones, su país envió espías que fueron arrestados en virtud de que las interfirieron — su gobierno “democrático”, EUA, le dio el poder a la oposición, sus aliados tradicionales, con los que ustedes tienen “lazos familiares”, tal como usted lo expresó hoy?
EUA no puede darnos lecciones sobe Ciencia Política ni sobre Derecho Internacional.
Ninguno de los gobiernos post invasión, todos herederos del régimen de ocupación colonial de 1989, eran ni son democráticos.
La intervención grosera e insolente de estos filibusteros con corbata entraña otra violación escandalosa del Tratado de Neutralidad, toda vez que nos obliga a tomar parte en otros objetivos (no declarados) de su misión: ayudar a EUA en su guerra contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y la República Popular China (poco antes nos obligaron a eliminar a 60 barcos de Irán de nuestra Marina Mercante), obligándonos a abandonar nuestra neutralidad.
Fue EUA el que asesinó el Tratado de Neutralidad, no Panamá, por lo cual este convenio no existe para la nación panameña.
En vez de pedirnos perdón por invadirnos, destruir nuestra soberanía, matar a 6,000 panameños indefensos (sin contar a los heridos) y resarcirnos por las pérdidas ocasionadas por la invasión del 20 de diciembre de 1989 — que estimo en más de 30,000 millones de dólares o Balboas — la cual destruyó al Estado panameño y decidió, como árbitro intruso e ilegítimo, regalar el poder a la oligarquía, EUA ,nos restriega en nuestra cara nuestra miseria, la poca altura de nuestros gobernantes y nuestra sumisión abyecta, para que traicionemos a pueblos hermanos y demos la espalda a la solidaridad internacional.
Por fortuna, el Foro Social de Panamá, celebrado pocos días antes del arribo del Destructor SS O’Brien, rechazó, en sus documentos finales, la injerencia abusiva de Washington, manifestando que “no somos un protectorado, colonia, ni un Estado Asociado de Estados Unidos”. Y agrego yo lo dicho por Torrijos: “Ni tampoco queremos añadir una estrella más a la bandera de los Estados Unidos de América!”
En efecto, no somos nada de eso ni lo queremos ser, pero, en nombre de los mártires del siglo XIX, 1926, 1964 y 1989, ¡todavía tenemos que demostrarlo!
* Internacionalista y ex Asesor de Política Exterior