Por Pablo Ruiz*

En vísperas de la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (NPT), que se realizará del 29 de abril al 10 de mayo, de este año, en la Sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, debemos decir que la humanidad está en serio peligro, y cada vez más cerca, que se produzca una guerra nuclear.

La BBC informó en septiembre de 2019 que un grupo de expertos, en seguridad y armas nucleares, de la Universidad de Princeton realizó una simulación de un ataque nuclear entre Rusia y EEUU. “En cuestión de horas habría 34 millones de muertos y más de 57 millones de heridos”, señalaron. (Ver video Plan A)

En enero pasado, el Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago actualizó el “Doomsday Clock”, o el “reloj del juicio final”,  el que simbólicamente anuncia cuánto nos falta para el apocalipsis. De acuerdo a los expertos, solamente quedan 100 segundos para ese momento.

En el reporte entregado por los científicos se indica que “la humanidad continúa enfrentando dos peligros existenciales simultáneos: la guerra nuclear y el cambio climático”.

Sobre el tema nuclear, existen antecedentes muy claros para sostener que muy pronto comenzara una carrera armamentista sin límites y que podría llevar a una guerra nuclear de dimensiones inimaginables y, posiblemente, al fin del mundo.

Si EEUU no renueva, por ejemplo, el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START III) con la Federación de Rusia, se habrá acabado la última limitación que actualmente tiene EEUU para iniciar una frenética carrera por la supremacía y hegemonía nuclear.  

Este pacto compromete a las dos potenciales nucleares a disponer de un máximo de 1.550 ojivas nucleares. De acuerdo al diario electrónico La Vanguardia de España “EEUU había logrado situarse en la cifra límite en agosto del 2017 y Rusia, en el mes de octubre”. 

La Federación de Rusia ya manifestó su voluntad de renovar este tratado más allá del 2021 y propuso también, a los países miembros de la OTAN, una moratoria al despliegue de misiles de alcance medio y corto en Europa y otras regiones.

Debemos recordar que Washington, el 2002 salió del Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) y, el 2019, también terminó su compromiso con el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF). Actualmente, no demuestra ningún interés significativo de prolongar el Tratado START III.

El 2019 Donald Trump señaló, sin embargo, que les gustaría incluir a China en el Tratado START III pero bajo condiciones inaceptables para Beijing que está muy lejos del poderío nuclear de Rusia y EEUU. Todo parece indicar que la propuesta es un simple pretexto para no prolongar el Tratado START III, que expira en febrero del 2021, y acusar después a China y a Rusia.

Sin dudas que la producción de armas de destrucción masiva para los Estados Unidos – el único país que ha usado este tipo de armamentos en Hiroshima y Nagasaki con las consecuencias conocidas –  ha sido un medio para garantizar su predominio global y con estar armas amenazar a otros países de la posibilidad cierta de una destrucción garantizada si es que no obedecen al “gran hermano” usando una expresión orweliana.

Es claro que los Tratados que existían, en materia de limitaciones al despliegue de armas nucleares, el sistema jurídico de balance estratégico, ha sido un obstáculo para que EEUU pueda desarrollar planes mucho más agresivos.

En vísperas de la Conferencia antes mencionada es necesario que la Comunidad Internacional tenga plena conciencia que el fin de estos Tratados significa la destrucción del actual sistema legal que complementa el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y el fin de los obstáculos para el desarrollo de nuevas tecnologías nucleares sin ningún límite jurídico, ni Tratado que se los impida. Si esto pasa, el mundo no va tener ningún mecanismo que detenga la carrera armamentista y si se producen conflictos nucleares será la culpa directa de los EEUU.

En este contexto -con el fin de los Tratados en materia nuclear- resulta impresentable la iniciativa norteamericana “Creating an Environment for Nuclear Disarmament” o «Creación de un entorno para el desarme nuclear» (CEND) que lo único que puede perseguir es 1) Hacer propaganda 2) Ganar tiempo 3) Cambiar el sistema de regulación a su favor.

Ganar tiempo permitiría a Washington desarrollar nuevas y mejores tecnologías para el dominio nuclear y con esto podría imponer al mundo nuevas reglar sobre el uso de armas nucleares basada en los principios de “exclusividad” de la nación norteamericana incluyendo su “derecho” de tener el liderazgo político-militar estratégico.

Con la iniciativa CEND lo único que se busca es enredar a los actores internacionales en una larga discusión de los problemas del desarmamento sin tener ningún verdadero interés de realizar un efectivo desarme nuclear. Sí EEUU quiere el desarme nuclear, de verdad, siéntese a la mesa, de buena fe, con Corea del Norte, con Irán, con Rusia, y todas las demás potencias nucleares, para limitar la fabricación y el despliegue de más armas nucleares y, lo más importante, acuerde una hoja de ruta para la eliminación total de las armas de destrucción masiva.

Mientras haya tiempo, los países del mundo, sus gobiernos, las organizaciones internacionales y civiles deben unirse para impedir que EEUU siga con sus planes los que pueden desencadenar una guerra nuclear de carácter global. Por ahora, debemos trabajar para que Washington retome los tratados como el INF y ABM y continúe con el Tratado STAR III. Estos Tratados, al menos, sí han probado su eficacia en la mantención de la seguridad global.

* Pablo Ruiz es periodista e integrante del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas (SOAWatch)

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