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40 años se cumplieron del golpe de Estado en Chile y podemos ver con tristeza que las miles de violaciones a los derechos huma­nos cometidas por la dictadura no han tenido la plena justicia que merecen y siguen en la impu­nidad. A eso debemos sumar que cientos de de­tenidos desaparecidos siguen en esa condición sin que sus familias puedan cerrar su duelo.

Por otro lado, la herencia de la dictadura, con la complicidad de EEUU, ha seguido hasta nues­tros días penándonos. Sigue la misma Consti­tución de Pinochet, sigue la privatización de la educación, salud, previsión social, y la mayoría de las leyes tienen el sello que impuso la dicta­dura en nuestro país.
La clase política no se ha puesto a la altura de la necesaria democratización que requiere el país. El miedo, el pragmatismo, el binominal, la me­diocridad, han reinado a la hora de gobernar y legislar. 40 años han pasado y todavía estamos lejos de un país más democrático y más justo. La clase política, si bien, ha condenado las vio­laciones a los derechos humanos sucedidas en los tiempos de la dictadura poco o nada han he­cho por apoyar el trabajo de las organizaciones de familiares de detenidos desaparecidos o de ejecutados políticos que, pese a todo, siguen en la búsqueda de la verdad y de la justicia, siendo ellas, un ejemplo de dignidad.
En las conmemoraciones oficiales de estos 40 años del golpe de Estado nada se dijo del papel que jugó Estados Unidos para que Chile vivie­ra el terrorismo de Estado durante 17 años. No hay que olvidar este hecho. Algún día EEUU deberá asumir su responsabilidad.
En esta está revista, El Derecho de Vivir en Paz, queremos compartir con ustedes las presenta­ciones que se realizaron en el foro “Golpes de Estado en América Latina y Derechos Huma­nos”. En estas, y en los otros artículos, se darán cuenta que, lamentablemente, detrás de casi la totalidad de los golpes de Estado en América Latina, ha estado la mano de los EEUU.
Por todo eso, seguiremos trabajando para que Chile termine con los envíos de soldados a la Escuela de las Américas, que aunque tenga otro nombre, sigue dando entrenamiento a sol­dados nacionales bajo las lógicas del imperio de que todo es valido en la lucha contra “el enemigo”.
Seguiremos pidiendo el cierre de la base militar de Concón que abrió EEUU, con 500 mil dóla­res, en el Fuerte Aguayo, y que supuestamente es para dar entrenamiento para operaciones de paz que, sin embargo, es enseñanza de contra­insurgencia y de represión a los movimientos sociales.
Está revista, El Derecho de Vivir en Paz, es un esfuerzo para hacer conciencia de los peligros de la guerra y del intervencionismo contra nues­tra soberanía. Nadie puede asegurarnos que el día de mañana no haya otro golpe de Estado en Chile, o en cualquier otro país hermano, ahí tenemos a Honduras y Paraguay. Por todo lo anterior, debemos seguir trabajando para que existan garantías reales para un nunca más.
Finalmente, no es posible recuperar las vidas de tantos seres amados, asesinados en la dicta­dura, pero estamos a tiempo, todavía, de prote­ger las vidas de los que vienen.

Por Editor

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